viernes, 24 de julio de 2009

¿Cómo debe ser un buen maestro?

Un buen maestro conoce realmente la materia o conocimiento práctico. Además es práctico en su modo de abordar el asunto, hace pensar a quien escucha por qué es importante aprender determinada asunto. Un buen maestro muestra interés personal en su alumno porque los estudiantes responden muy prontamente al interés genuino.

La buena enseñanza comienza con nuestra actitud general hacia la gente. ¿Realmente nos interesamos por otros lo suficientemente para explicarles las cosas con paciencia? Si es así, estaremos dispuestos a tomar tiempo, no solo con la persona, sino también de antemano para organizar nuestras ideas, a fin de que sean de máxima utilidad y guía. Seremos amigables y haremos saber al estudiante que aceptaremos con gusto sus preguntas y comentarios.


Un buen maestro también debe ser sencillo, El maestro no solo tiene que conocer el material que desea enseñar, sino también conocerlo en su forma más sencilla y sin embargo exacta. Si es complicado para el maestro, no podrá enseñarlo. Lo que se necesita es sencillez., perspicacia y habilidad para relacionar e ilustras las cosas.

Un maestro debe estar atento a los cambios y usar todos los recursos que posea, ser amigo, ser padres, forma parte del ser maestro.

Las recompensas por ser un buen maestro son grandes, porque cuando enseñamos compartimos con otra persona. Damos parte de nosotros mismos para ayudar a otro. Es una experiencia enriquecedora que puede hacer la vida más interesante y más remuneradora.

Ahora bien, ¿cómo ha sido la educación a traves de la historia? ¿qué es la historia? esto y más se explicara a continuación.

martes, 21 de julio de 2009

La educación a través de la historia

El concepto educación denota los métodos por los que una sociedad mantiene sus conocimientos, cultura y valores y afecta a los aspectos físicos, mentales, emocionales, morales y sociales de la persona. El trabajo educativo se desarrolla por un profesor individual, la familia, la Iglesia o cualquier otro grupo social. La educación formal es la que se imparte por lo general en una escuela o institución que utiliza hombres y mujeres que están profesionalmente preparados para esta tarea.

Los primeros sistemas de educación


Los sistemas de educación más antiguos conocidos tenían dos características comunes; enseñaban religión y mantenían las tradiciones del pueblo. En el antiguo Egipto, las escuelas del templo enseñaban no sólo religión, sino también los principios de la escritura, ciencias, matemáticas y arquitectura. De forma semejante, en la India la mayor parte de la educación estaba en manos de sacerdotes. La India fue la fuente del budismo, doctrina que se enseñaba en sus instituciones a los escolares chinos, y que se extendió por los países del Lejano Oriente. La educación en la antigua China se centraba en la filosofía, la poesía y la religión, de acuerdo con las enseñanzas de Confucio, Lao-tsé y otros filósofos. El sistema chino de un examen civil, iniciado en ese país hace más de 2.000 años, se ha mantenido hasta el presente siglo, pues, en teoría, permite la selección de los mejores estudiantes para puestos importantes en el gobierno. La Biblia y el Talmud son las fuentes básicas de la educación entre los judíos antiguos. Así, el Talmud animaba a los padres judíos a enseñar a sus hijos conocimientos profesionales específicos, natación y una lengua extranjera. En la actualidad, la religión sienta aún las bases educativas en la casa, la sinagoga y la escuela. La Torá sigue siendo la base de la educación judía.


La Edad Media

En el Occidente europeo, durante el siglo IX ocurrieron dos hechos importantes en el ámbito educativo, uno en el continente, en la época de Carlomagno, y otro en Inglaterra, bajo el rey Alfredo. Carlomagno, reconociendo el valor de la educación, trajo de York (Inglaterra) al clérigo y educador Alcuino para desarrollar una escuela en el palacio de Aquisgrán. El rey Alfredo promovió instituciones educativas en Inglaterra que eran controladas por monasterios. Irlanda tuvo centros de aprendizaje desde los que muchos monjes fueron enviados a enseñar a países del continente. Durante la edad media las ideas del escolasticismo se impusieron en el ámbito educativo de Europa occidental. El escolasticismo utilizaba la lógica para reconciliar la teología cristiana con los conceptos filosóficos de Aristóteles.


Desarrollo de la ciencia en el siglo XVII


El siglo XVII fue un periodo de rápido progreso de muchas ciencias y de creación de instituciones que apoyaban el desarrollo del conocimiento científico. La creación de estas y otras organizaciones facilitó el intercambio de ideas y de información científica y cultural entre los estudiosos de los diferentes países de Europa. Nuevos temas científicos se incorporaron en los estudios de las universidades y de las escuelas secundarias. Tal vez, el más destacado educador del siglo XVII fuera Jan Komensky, obispo protestante de Moravia, más conocido por el nombre latino de Comenio. Su labor en el campo de la educación motivó que recibiera invitaciones para enseñar por toda Europa. Escribió un libro ilustrado, muy leído, para la enseñanza del latín, titulado El mundo invisible (1658). En su Didáctica magna (1628-1632) subrayó el valor de estimular el interés del alumno en los procesos educativos y enseñar con múltiples referencias a las cosas concretas más que a sus descripciones verbales. Su objetivo educativo podía resumirse en una frase de la página inicial de Didáctica magna "enseñar a través de todas las cosas a todos los hombres", postura que se conoce como pansofía. Los esfuerzos de Comenio por el desarrollo de la educación universal le valieron el título de maestro de naciones.


El siglo XVIII: Rousseau y otros


Durante el siglo XVIII se estableció el sistema escolar en Prusia; en Rusia empezó la educación formal bajo Pedro el Grande y sus sucesores; también se desarrollaron escuelas y colegios universitarios en la América colonial y se implantaron reformas educativas derivadas de la Revolución Francesa. Durante el mismo periodo se introdujo el método monitorial de enseñanza, por el que cientos de muchachos podían aprender con un profesor y la ayuda de alumnos monitores o asistentes. Los dos planes abrieron la posibilidad de la educación de masas. El teórico educativo más relevante del siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, nacido en Ginebra. Su influencia fue considerable tanto en Europa como en otros continentes. Entre sus propuestas concretas estaba la de enseñar a leer a una edad posterior y el estudio de la naturaleza y de la sociedad por observación directa. Sus propuestas radicales sólo eran aplicables a los niños; las niñas debían recibir una educación convencional.
El siglo XIX y la aparición de los sistemas nacionales de escolarización
El más influyente de todos los seguidores de Rousseau fue el educador suizo
Johann Pestalozzi, cuyas ideas y prácticas ejercieron gran influencia en las escuelas de todo el continente. El principal objetivo de Pestalozzi fue adaptar el método de enseñanza al desarrollo natural del niño. Para lograr este objetivo, consideraba el desarrollo armonioso de todas las facultades del educando (cabeza, corazón y manos). El siglo XIX fue el periodo en que los sistemas nacionales de escolarización se organizaron en el Reino Unido, en Francia, en Alemania, en Italia, en España (Ley Moyano, de 1858) y en otros países europeos. Las nuevas naciones independientes de América Latina, especialmente Argentina y Uruguay, miraron a Europa y a Estados Unidos buscando modelos para sus escuelas.


El siglo XX

El siglo XX ha estado marcado por la expansión de los sistemas educativos de las naciones industrializadas, así como por la aparición de los sistemas escolares entre las naciones más recientemente industrializadas de Asia y África. La educación básica obligatoria es hoy prácticamente universal, pero la realidad indica que un amplio número de niños (quizá el 50% de los que están en edad escolar en todo el mundo) no acuden a la escuela. En orden a promover la educación en todos los niveles, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) realiza campañas de alfabetización y otros proyectos educativos orientados a que ningún niño en edad escolar deje de acudir a la escuela por no existir ésta, pretendiendo así acabar con el analfabetismo. Se han constatado algunos progresos, pero es obvio que se necesitan más esfuerzos y más tiempo para conseguir la alfabetización universal.

miércoles, 8 de julio de 2009

¿QUÉ ES LA HISTORIA?

Se dice que la historia es el registro de los acontecimientos del pasado del hombre. Por lo cual, hay más de una manera de considerar esa historia.
De lo que se deduce que: si una persona puede aprender del pasado para evitar errores y dirigir su vida de un modo prudente, la historia le ha sido de beneficio. Sin embargo, la historia puede usarse para extraviar. Hace una generación los nazis usaron una versión tergiversada de la “historia” para tratar de fortalecer su mito acerca de una “raza superior” germánica. Esto contribuyó al desastre y a la muerte de millones.
Sin embargo, para que la historia sea benéfica para el hombre actual se debe estudiar desde un enfoque adecuado. Por lo cual surgen las siguientes interrogantes ¿por qué estudiar historia? ¿Para qué estudiar la historia? Y aun más importante ¿cómo estudiar historia?

¿Por qué estudiar historia?

La mayoría de los historiadores señalan a algo impersonal, que ellos llaman “fuerzas históricas,” y dicen que éstas son las responsables de lo que ha ocurrido. Como resultado existen diversas versiones sobre los hechos históricos. Que es el comienzo de las razones por la cual se debe estudiar con detenimiento.


Fuentes de la historia

En primer lugar, por medio de considerar la fuente verdadera de la información que se lee. ¿Por qué decimos eso? Porque por lo general lo que está escrito en un libro de historia moderno se refiere a cosas que sucedieron mucho antes que naciera el autor de ese libro. Él tiene que depender de información del pasado transmitida de un modo u otro. Puede aprender unas pocas cosas de la arqueología o geología. Pero por lo general la fuente ideal de información es un registro escrito, y, preferiblemente, uno compilado por un testigo presencial de los acontecimientos que relata.
Para hacer un relato coherente de la información disponible es necesario llenar los espacios y de alguna manera hay que unir todo el cuerpo del material. ¿De dónde obtiene el escritor moderno lo que se necesita para ‘llenar los espacios’?
Si es un experto en su materia, podrá hacer conjeturas en cuanto a cómo pueden juntarse en un todo relacionado fragmentos de información aparentemente aislados. ¿Es esto incorrecto? No necesariamente. Facilita la lectura de los libros de historia a la persona de término medio, proveyendo fluidez y coherencia de ideas. Con tal que el historiador informe claramente a sus lectores que tal y tal acontecimiento “quizás” o “posiblemente” o “probablemente” se haya llevado a cabo de tal y tal manera, está siendo sincero y, en un sentido, útil.
Sin embargo, algunos escritores meramente aceptan la interpretación de algún otro de lo que pasó en el pasado y la incorporan en su propio material como un hecho real. No verifican con fuentes más antiguas, de primera mano. Equivocaciones acerca del pasado, sí, falsedades se transmiten de este modo por décadas y se llegan a aceptar como un hecho real, sencillamente porque muy pocos se han tomado el tiempo o se han preocupado lo suficiente como para examinar la autenticidad de las declaraciones.

Considere un ejemplo. A los antiguos babilonios que vivieron hace diez o más siglos antes de la era común a veces se les presenta fascinantemente como poseedores de gran habilidad astronómica. Frecuentemente se les hace parecer como poseedores de un detallado conocimiento de los movimientos planetarios debido a su observación de los cielos. Como resultado a toda la cultura babilonia se le da la apariencia de haber sido altamente desarrollada y complicada. Los pueblos circundantes, por el contrario, se describen como más lentos y se asevera que progresaron solo cuando entraron en contacto con los babilonios. Pero, ¿justifican las fuentes originales esta opinión?
Bueno, no hay duda de que los antiguos babilonios tenían algún conocimiento del tema de la astronomía. El aspecto astrológico de la religión babilonia refleja esto claramente. Sin embargo, el material verídico disponible en lo que respecta a la astronomía de Babilonia se halla sobre tablillas de arcilla. ¿Qué revelan estas tablillas? Un erudito, O. Neugebauer, quien, en su profesión, trata no con lo que otros hombres aseguran acerca de los antiguos documentos de arcilla sino con los mismos documentos reales, dice en The Exact Sciences in Antiquity:
“Difícilmente hay otro capítulo en la historia de la ciencia donde exista una brecha igual de profunda entre la descripción de un período generalmente aceptada y los resultados que han emergido lentamente de una investigación detallada de la fuente del material. . . . La astronomía primitiva de Mesopotamia parece ser imperfecta . . . muy parecida a la astronomía egipcia contemporánea.”
La evidencia muestra que la astronomía babilonia no fue perfeccionada cuidadosamente como una ciencia sino hasta unos pocos centenares de años antes del comienzo de la era común.
Cuando se despoja a los babilonios del aura fascinante de oropel con la cual los han popularizado muchos escritores modernos, los hechos verdaderos se hacen valer. Aunque se sigue mostrando a los babilonios antiguos como civilizados, pierden algo de su supuesto lustre cultural a los ojos de los lectores de historia de la actualidad.
Ese mismo proceso de embellecer el pasado también distorsiona los acontecimientos y relatos biográficos antiguos. Solo por medio de ir a las fuentes más tempranas de historia antigua puede uno estar seguro de hallar los mejores hechos disponibles acerca del pasado. Pero se necesita más que sencillamente hallar registros antiguos para beneficiarse del pasado.


¿Es la fuente correcta?


Aun si actualmente un escritor puede llegar a fuentes antiguas y traducirlas apropiadamente, el punto de vista de la historia que presenta el hombre actual todavía puede ser algo altisonante. ¿Por qué? Porque las fuentes antiguas de las que él mismo depende pueden en sí estar equivocadas.
Recuerde, esos escritores antiguos posiblemente vivieron en un período muy posterior al período en el cual se llevaron a cabo los acontecimientos que describen. O, quizás hayan habitado en una parte completamente distinta del mundo. Así es que, al igual que los escritores de hoy día, ellos, también, se veían obligados a aceptar información de otra gente, ninguna de la cual era perfecta.
Además, hay que notar que los escritores antiguos tenían los prejuicios nacionalistas, las lealtades y sentimientos religiosos que son comunes a todos los hombres. Estos, también, seguramente influyeron en lo que se escribía.
Debido a las inseguridades relacionadas con parte del material presentado por los escritores antiguos, algunas personas hoy día quizás declaren que todos son intolerantes y completamente inútiles, de ningún beneficio a los estudiantes modernos. Pero ése no sería un análisis completamente apropiado.
No hay razón para creer que sus motivos al escribir eran necesariamente malos. Sin duda frecuentemente escribieron lo que realmente aprendían, sin ninguna intención de falsificar sus informes. Pero aun cuando es obvio que los escritos antiguos están llenos de prejuicios y lealtades personales, cierto material descriptivo y evidencia circunstancial pueden ser correctos y muy valiosos.
En vez de echar toda la historia a un lado como inútil, uno tiene que desarrollar esa importante cualidad... discernimiento.

¿Para qué estudiar historia?




Obteniendo los hechos



Una razón legítima para estudiar la historia es el que haya salido a luz más información. Prescindiendo de lo que piensen algunas personas, frecuentemente para un escritor es difícil obtener los “hechos” de la historia. ¿Por qué?
Es un hecho sorprendente el que un problema en particular sea la superabundancia de material al que se enfrenta el escritor moderno; ésta puede actuar como una barrera a su investigación. Humanamente le es imposible examinar toda la información disponible sobre algunos temas. Al mismo tiempo, aunque parezca paradójico, el material muy básico concerniente a acontecimientos de tiempos relativamente recientes frecuentemente falta o su significado no es claro.
Por ejemplo, ¿sabe usted quién descubrió el polo norte? Una verificación de las referencias le revelará que hay alegaciones y contraalegaciones de por lo menos dos hombres, Robert E. Peary y Frederick A. Cook. Muchos libros se han escrito sobre el tema. Pero, ¿quién en la actualidad puede decir a ciencia cierta quién llegó primero al polo norte... un incidente que sucedió hace menos de setenta años?
Y hace un poco más de diez años, el presidente norteamericano John F. Kennedy fue asesinado ante la vista de muchas personas. ¿Fue asesinado por un solo asesino, como se cree en general? ¿O hubo en realidad varios conspiradores responsables por la muerte del presidente? La respuesta a estas preguntas todavía se debate en algunos círculos.
Sí, según lo muestran estos ejemplos, el sencillamente seleccionar los “hechos” hace que el desafío al historiador moderno sea grande. Suponga que se pudiera resolver cualquiera de los puntos aquí mencionados. Sería necesario volver a escribir la historia bajo esa luz. Pero a veces hay que reajustar los libros de historia por otras razones.


Nuevos puntos de vista


El tiempo puede hacer que las naciones y la gente adopten nuevos puntos de vista del pasado. Por medio de la diplomacia y los acuerdos comerciales los anteriores enemigos se convierten en aliados. Varía la perspectiva desde la cual se examina el pasado y los libros de historia y los monumentos escritos en períodos anteriores llegan a parecer pasados de moda o ásperos. Lo que antes se creía malo, con el paso del tiempo, puede parecer bueno. En esos casos frecuentemente se vuelve a escribir la historia para amoldarla a una situación posterior.

El otro lado

Hay otro asunto. Un punto de vista quizás sea bien conocido; es historia popularizada. Pero puede hacer aparecer a otro país u otra raza como atrasada o tonta. Estos con el tiempo también querrán contar su lado de la historia. Esto es de esperarse, ¿no es cierto? De modo que se vuelve a escribir la historia.
Por supuesto, obviamente hay aquí un peligro. La tendencia corriente cuando se vuelve a escribir la historia en un esfuerzo para sustentar cierto punto de vista es la de “escoger y elegir” la información, encontrando la que pinta un cuadro noble del lado de parte del cual está el historiador. Esto se parece al método de un abogado listo que examina minuciosamente la evidencia y solo selecciona el material que beneficiará a su cliente mientras que pasa por alto o suprime toda otra información. Cuando predomina este espíritu de “escoger y elegir,” la versión de la historia que se ha vuelto a escribir probablemente es tan tendenciosa como lo era la anterior.
Entonces, si una persona lee el libro de historia de una nación es probable que obtenga una impresión; al leer un libro de otro país recibirá un punto de vista totalmente diferente. Actualmente, por ejemplo, una comisión de alemanes y polacos está revisando los libros de texto escolares de historia relacionados con la frontera entre los dos países. Por generaciones en esta vecindad se ha infiltrado un aborrecimiento duro. Ahora ambos lados dicen que quieren nuevos libros de historia para ayudar a mitigar las ardientes polémicas de frontera del pasado. Pero no están de acuerdo en ciertos puntos.
Si uno le pregunta a los alemanes acerca de las incursiones teutónicas hacia el este dentro de Polonia hace aproximadamente 600 años, quizás las llamen una “misión civilizadora.” Pero pregúntele a los polacos. Quizás le digan que esas mismas actividades fueron una “agresión bajo el disfraz de una obra misional.” Cada lado, por lo tanto, tiene cierto punto de vista de lo que aconteció en el pasado. Cada uno puede señalar a cierta evidencia en apoyo de su lado de la historia.
Los hombres vuelven a escribir la historia, también, porque están buscando un modelo en todos los acontecimientos que han ocurrido. Se han desarrollado teorías complicadas en un esfuerzo por explicar por qué las cosas sucedieron como sucedieron. Las narraciones históricas se rehacen con el fin de amoldarlas a esas ideas.
Sin embargo, ¿verdaderamente existe algún modelo de historia? Bueno, muchos de los alegados modelos de la historia existen mayormente en la mente de sus creadores. A menudo se ven confusos y artificiales, aunque algunos contienen algún elemento de verdad. Pero hay un modelo sobre el cual casi todos los estudiantes concuerdan. ¿Cuál es ése?
El que la historia humana en su mayoría ha sido malo. Baños de sangre, crisis económicas, escándalos, y toda forma de crueldades y torturas sádicas han sido las herramientas de la humanidad. Pocos estudiantes dejan de ver ese modelo.

¿Cómo estudiar historia?


Discerniendo historia provechosa


Por necesidad, la mayor parte de los lectores modernos tienen que apoyarse en lo que otros han aprendido de la lectura de antiguas fuentes históricas. La persona corriente no tiene tiempo para desenterrar todas las fuentes y compararlas una contra la otra, para determinar la verdad del asunto. Aún así, ella se quiere beneficiar de la historia. Además de los posibles prejuicios, otro importante factor que debe tenerse en cuenta cuando leemos documentos históricos es el móvil del escritor. “Cualquier suceso narrado por los que están en el poder, por quienes desean obtenerlo o por sus amigos debe analizarse con la mayor de las desconfianzas”, señala Michael Stanford, en su libro A Companion to the Study of History. Los testimonios históricos que incitan, sea sutil o descaradamente, al nacionalismo y al patriotismo también son cuestionables. Lamentablemente, esto ha sucedido a veces con los libros de texto. Un decreto gubernamental de cierto país dijo abiertamente que el propósito de enseñar historia es “fortalecer los sentimientos nacionalistas y patrióticos del pueblo, pues conocer el pasado de la nación es uno de los mayores incentivos para el patriotismo”.

Por lo tanto, al leer obras históricas, el individuo discernidor tendrá en mente preguntas como éstas:
¿Cómo usa el escritor los hechos (los cuales pueden ser correctos)? ¿Tiene él algún ‘fin interesado’? ¿Se le pide que crea algo que uno sabe por su propio sentido de justicia que es incorrecto? O, ¿se le dice que acepte como veraces asuntos que uno sabe por experiencia propia que van contra la naturaleza humana? ¿Usa el escritor el pasado de algún modo para glorificar un sistema religioso o político o algún modo de vivir que ya se ha demostrado completamente incapaz de hacer frente a los problemas a los que se enfrenta la humanidad? ¿Hay un esfuerzo de glorificar a una nación o raza indebidamente o rebajar a otra? Si es así, el que tiene discernimiento sabe que definidamente se necesita precaución al leer esas historias.
Además recuerden que cuando falta información o quedan dudas, los buenos historiadores suelen indicarlo, aunque formulen sus propias teorías para llenar esas lagunas. En cualquier caso, los lectores prudentes consultan más de una obra de referencia si desean tener una visión equilibrada de los sucesos.
Sin embargo ciertos factores se deben tener presente al estudiar que influyen en la compresión del lector:

El ambiente en que estudias:
La mayoría de nosotros necesita un lugar tranquilo que se haya apartado para estudiar. De ser posible, estudia en un escritorio o una mesa que tenga mucho espacio sobre el cual esparcir tu trabajo. Mantén a la mano los materiales, como lápices y papel, para que no tengas que estar levantándote constantemente. Sería mejor quitar de la vista cuadros que distraigan o recuerdos que haya sobre el escritorio. Y, sentimos mucho tener que decirlo, el tener encendida la TV o la radio generalmente impide que uno se concentre. Lo mismo sucede en el caso de llamadas telefónicas o visitas. El estudiar es asunto serio... completamente serio.

Iluminación: La buena iluminación reduce el cansancio que produce el estudiar, y protege la vista.
Y no te olvides de examinar la ventilación y la temperatura de la habitación. El ambiente de estudio es más estimulante en una habitación fresca que en una calurosa.